Ahora que hemos explorado juntos el mundo del dolor y entendido su naturaleza compleja, es momento de adentrarnos en un tema que nos toca a todos: ¿cómo reaccionar ante el dolor, ya sea por una lesión o sin ella?
En esta entrada, te contaré puedes enfrentar este desafío, compartiendo contigo consejos prácticos y estrategias efectivas. ¡Vamos a descubrir juntos cómo mantenernos fuertes y resilientes en el camino hacia la recuperación y el bienestar!»
Como ya sabemos, el dolor es una experiencia sensorial y emocional individual, la cual puede estar acompañada, o no, de un daño en el tejido.
¿Alguna vez te has preguntado si descansar es siempre la mejor medicina para el dolor?
A primera vista, parece lógico: descansar para que el cuerpo se cure. Pero, ¿sabías que moverse puede ser incluso mejor?
El dolor y la enfermedad han sido de los mayores limitantes del movimiento. Tradicionalmente, la prescripción más común, ante la presencia de dolor por cualquier causa, ha sido el reposo hasta que ese dolor se reduzca o desaparezca.
Este tratamiento del dolor a priori puede parecer lógico pues, podemos llegar a la conclusión de que el cuerpo será capaz de activar sus procesos de regeneración y reparación de manera más eficaz si guardamos reposo. Sin embargo, cada vez son más los estudios que apuestan por un afrontamiento activo del dolor (sea vinculado a lesiones musculo esqueléticas o, incluso, en ausencia de ellas) por los múltiples beneficios que aporta en dichos procesos de recuperación.
Cuando exponemos el cuerpo a movimiento adaptado, conseguimos beneficios como:
- Mejor flujo sanguíneo en la zona lesionada, aunque no la movilicemos directamente.
- Disminuye la percepción de amenaza sobre la zona lesionada, recuperas la funcionalidad progresivamente.
- Se reduce la inflamación y el dolor, gracias a la secreción de sustancias antiinflamatorias endógenas.
Todo esto ayudará a una recuperación más eficaz, ya que contrarrestaremos los efectos nocivos del reposo. Esto no quita que la recuperación tenga sus altibajos.
La realidad, es que, si viviésemos dentro de un tubo de ensayo, donde los suministros fuesen ilimitados en cuanto a alimentación, hidratación, bienestar y con estrés, es decir, en un mundo idílico, la recuperación sería lineal, con los días el dolor disminuiría y la curación de los tejidos irían mejorando.
¿Cuál es la realidad? Pues, que, en nuestra vida, la presencia de las prisas, estrés, miles de compromisos, falta de sueño, malos hábitos de alimentación que favorecen la inflamación (ultraprocesados llenos de azúcares), trabajos agobiantes y poco gratificantes, y lo más preocupante, comportamientos sedentarios. Todo esto hace que el proceso de recuperación y la reducción del dolor sea muy difícil y, sobre todo, limitante.
¿Te has lesionado haciendo ejercicio y piensas que lo mejor es dejar de entrenar?
Déjame decirte algo importante: ¡No pares de moverte!
Si la situación es que me te has lesionado mientras realizabas ejercicio físico, la solución que muchos no quieren oír es: NO DEJES DE ENTRENAR. Y la realidad es así de sencilla, pero tu te preguntarás: ¡pero si me he lesionado! ¡No puedo hacer nada con mi zona lesionada !, es decir, se nos presenta ante nosotros el MIEDO y la INCERTIDUMBRE.
No sabes qué va a pasar ahora que te has lesionado o si estarás mucho tiempo sufriendo por culpa de la lesión. Es un proceso completamente normal, pero es aquí donde se comete el primer error. Pensamos que, por lesionarnos en una parte del cuerpo, tenemos que dejar de estimular todas las demás.
Lo que ocurre cuando dejamos de entrenar por tener alguna zona lesionada es que, todas las adaptaciones que habíamos conseguido hasta el momento se pierden.
Bajamos o paramos el ritmo de movimiento, lo que hace peligrar nuestro hábito de realizar ejercicio físico o de movernos.
El hecho de estar parados y con la afectación psicológica de sufrir una lesión, hace que nuestra predisposición a realizar hábitos poco saludables como, mala alimentación, conductas sedentarias, sea mayor.
Por lo que, es una espada de doble filo, por un lado, perdemos todas las adaptaciones que obtenemos del entrenamiento y por otro, acentuamos los hábitos poco saludables.
¿Por qué no deberías dejar de entrenar?
A parte de no perder las adaptaciones del entrenamiento, ocurre algo maravilloso en nuestro cuerpo cuando nos mantenemos activos o entrenando a pesar de sufrir una lesión.
El sistema nervioso, cerebro y neuronas que lo conectan, es capaz de estimular la zona lesionada. Cuando nos lesionamos una extremidad, podemos seguir entrenando usando la otra.
Pues bien, aquí entra el denominado “entrenamiento cruzado”. Este nos permite seguir enviando estímulos, de menor frecuencia e intensidad, que si lo hiciésemos con la propia extremidad, a la extremidad lesionada, mientras estimulamos la sana.
Esto es muy interesante porque nos abre una puerta por la que podemos entrar cuando se nos presenta en nuestra vida una lesión.
Gracias a este fenómeno, podemos seguir manteniendo nuestros hábitos de movimiento, lo cual hará que el resto de hábitos se vean mínimamente afectados y haciendo que nuestro estado mental se mantenga intacto y esto se vea favorecido en el proceso de recuperación de la lesión.
La lesión es una montaña rusa, no te bajes antes de tiempo
Y como último consejo, en un proceso de readaptación de una lesión, tendemos a pensar que nuestra recuperación va a ser lineal, como una escala creciente en la cual de aquí a 3 semanas voy a estar completamente recuperad@. Pero la realidad es un poco diferente.
Cuando sufrimos una lesión y entramos en un proceso de recuperación, todos esos factores que comentábamos antes, estrés, sueño, prisas, etc.; pueden truncar nuestra recuperación. Y en vez de ser una línea recta, comenzarán a aparecer ondulaciones, días mejores y días peores.
Esto es completamente normal, como has visto antes, hay muchos factores que intervienen y, tener la capacidad de controlarlos todos es muy complicado, a menos que estemos dentro de ese tubo de ensayo.
Esa línea recta, en realidad, es una escala que sube y baja, pero que tiene una tendencia creciente, es decir, hacia la recuperación.
¿Qué es lo más eficaz?
Lo importante es recordar que estos altibajos son normales. Lo que realmente marca la diferencia es cómo manejamos esos factores estresantes: comiendo bien, descansando lo suficiente, manteniéndonos activos y, sobre todo, entrenando de manera adaptada.
Así que, aunque el camino de la recuperación puede tener sus curvas y vueltas, con la actitud correcta y las estrategias adecuadas, no solo superarás el dolor, sino que también saldrás más fuerte y resiliente. ¡No te bajes de esa montaña rusa antes de tiempo!